miércoles, 27 de mayo de 2015

Reportaje: La parroquia desde dentro

“Con silencio, oración y mucha locura por dentro, se espera muy bien la llegada… y todo llegará”. Don Avelino Toledano, tras veinte años largos al frente de la parroquia del Hermano San Rafael, en el barrio burgalés de Vista Alegre (G-3), conoce muy bien estas palabras del titular de su comunidad. Sin embargo, y pese a la devoción que le profesa, poner en marcha este proyecto exigió hablar alto y claro y mover muchos hilos. Finalmente, eso sí, todo llegó.

Don Avelino nos recibe en su despacho, amplio y luminoso, dentro del complejo parroquial. Frente a su mesa, en la pared, una filigrana de hierro dibuja la silueta de san Rafael Arnaiz en hábito de trapense, orando arrodillado a los pies de la Cruz. «No se entiende a Rafael sin la Cruz», comenta el sacerdote. Una vieja fotografía en blanco y negro nos muestra al párroco en su antiguo despacho en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves, correspondiente a la vecina barriada Illera. El crecimiento del G-3 a mediados de los años 90 como barrio moderno para familias jóvenes exigió también una renovación en lo que a asistencia espiritual se refiere. La Iglesia necesitaba modernizarse y rejuvenecer para atender a la emergente feligresía. La advocación de la nueva parroquia no fue menos: un –por aquel entonces- beato burgalés contemporáneo, arquitecto veinteañero reconvertido en monje cisterciense en San Isidoro de Dueñas (La Trapa), cuyos escritos transpiran un humor agudo y una mística sencilla y directa, pero profunda.

Todo empezó cuando, allá por 1994, el arzobispo Santiago Martínez Acebes recibió del Ayuntamiento un solar de uso rotacional en la calle Condesa Mencía para la edificación del nuevo complejo parroquial y encomendó a don Avelino el no desdeñable reto de asumir el liderazgo espiritual del creciente vecindario. El anuncio de su nueva misión le fue transmitido el 24 de junio, festividad de san Juan Bautista, que durante esos primeros años fue una suerte de patrono provisional del barrio. Tras mucho consultar con la almohada, el sacerdote aceptó y empezó a buscar los medios materiales para sacar adelante el proyecto: constructores, arquitectos, aparejadores…, en resumen, todo el personal necesario para el diseño y la construcción. Se hizo cargo de los planos Leopoldo Arnaiz Eguren, sobrino del hermano Rafael. El 27 de septiembre, don Avelino tomaba posesión de la parroquia y esas Navidades el solar –prácticamente un cúmulo de escombros- se sacralizaba con un pintoresco belén urbano hecho a partir de bidones pintados, colocándose la primera piedra el 20 de diciembre. El propio don Avelino fue quien solicitó al arzobispo la advocación del hermano Rafael, descubriendo entonces que don Santiago también era un gran devoto del beato, por lo que la aprobación fue inmediata.

Fachada principal de la parroquia del Hermano San Rafael.

Dos años largos tardó en levantarse el edificio, durante los cuales la misa dominical y catequesis se impartieron en la capilla del cercano colegio María Madre. El 27 de abril de 1997, festividad del hermano Rafael, el nuevo templo fue consagrado en una solemne ceremonia. Culminaba así un proceso nada fácil en que las trabas burocráticas y de realización llegaron a pintar un panorama muy negro en ocasiones; don Avelino tuvo que poner en práctica la virtud de la paciencia y el saber esperar que predicaba su admirado san Rafael. La superación de los problemas vino de la mano del constante apoyo moral y económico de los feligreses «y de la ayuda de Jesús, María y Rafael», comenta el párroco.
Entramos en la iglesia. Precisamente, las imágenes de Jesucristo, la Virgen María y san Rafael son las únicas que reciben culto en su interior; quizás don Avelino paga así sus deudas con ellos. La iglesia es el eje del complejo parroquial, una enorme y diáfana sala cuya forma reproduce una concha de ostra. Está concebida de tal forma que todas las miradas se dirijan al gran sagrario dorado que, tras el altar, preside el presbiterio desde un retablo de madera oscura tallado expresamente para cobijarlo y realzarlo. Las paredes confluyen hacia el sagrario, los bancos están orientados hacia él, incluso la baja altura del sotacoro hace que, al entrar, sea el único foco de atención. Este sagrario no carece de valor artístico: de un Barroco ya tardío, muestra un relieve de Jesús Resucitado en su puerta y dos pequeños nichos laterales con las estatuillas de bulto redondo de san Pedro y san Pablo, tan populares en Burgos por celebrarse las fiestas patronales en su honor. A ambos lados del retablo del sagrario, recargados doseles neogóticos acogen a una renacentista Virgen de sonrojadas mejillas acunando al Niño Jesús y la imagen contemporánea de san Rafael, tallada para este lugar hace unos años. Don Avelino nos llama la atención sobre esta última escultura: «Parece que, según desde qué lado la mires, tiene una expresión u otra: desde aquí está muy concentrado, pero desde allá se le escapa una sonrisa pícara…». Como el famoso San Bruno de la cartuja de Miraflores, el Hermano Rafael también esconde sorpresas para quien se detiene a contemplarlo. En el centro del presbiterio, la mesa de altar custodia, protegido por un cristal, el cofre que contiene la reliquia del santo que se da a besar a los fieles cada año el 27 de abril. Y sobre todo el conjunto, en el techo, crucificado en el mismo tragaluz que ilumina el altar, una curiosa imagen horizontal de Jesucristo con la cabeza levantada para mirar a los fieles en sus bancos. La sangre esculpida de sus llagas, siguiendo la ley de la gravedad, gotea verticalmente hacia el altar. Simbolismo, desde luego, no falta.

El resto de la iglesia es una vasta extensión de ladrillo sin decoración ninguna. O eso nos parece hasta que nos fijamos en los alargados ventanales, de la misma altura que la pared, y en sus coloridas vidrieras. «Rafael está en todo. Todas las vidrieras están inspiradas en su obra», nos señala don Avelino. En algunas reconocemos motivos iconográficos recurrentes en el arte religioso, como un Pantócrator pseudorrománico, pero otras requieren un conocimiento más profundo de la mística de Rafael Arnaiz para descifrarlas. Particularmente bonita es aquella que muestra a un pequeño monje proyectando la sombra de una cruz en un espectacular paisaje montañoso. Rafael y su cruz. «Rafael vivía muy feliz en La Trapa, pero su grave diabetes le obligaba a salir del monasterio para tratarse y curarse». Para don Avelino, la enfermedad de Rafael y el hecho de que no pudiera regresar a La Trapa ya como fraile, sino únicamente como oblato o persona laica consagrada, fueron pruebas divinas que el joven hermano aceptó con alegría y confianza. La historia del muchacho apartado por la enfermedad de la vida contemplativa que deseaba pese a sus constantes intentos –hasta cuatro veces ingresó en La Trapa, la última sabiéndose moribundo, con apenas 27 años- es ciertamente trágica, sobre todo considerando el candor y la inocencia que los escritos del joven dejan traslucir. Sin embargo, en el programa desarrollado en las vidrieras no hay visos de tristeza. Naturaleza, monjes y cruces.

Seguimos a don Avelino fuera de la iglesia propiamente dicha, al vestíbulo que la une al atrio. «Todos los días, antes de las misas, los sacerdotes recibimos aquí a los fieles para acompañarlos luego al interior, al encuentro con Cristo, que está en el sagrario», nos explica don Avelino. Efectivamente, cualquiera que se acerque por el templo en la mañana de un domingo podrá ver a don Avelino, o a don Pedro, o a don Sebastián, revestidos para el culto, saludando a los vecinos en la puerta, interesándose por sus últimas vacaciones o por la salud de un familiar, encargándoles que hagan la primera o la segunda lectura durante la misa. Desde el vestíbulo se accede también a los despachos parroquiales y a la capilla que se utiliza para las misas y rosarios diarios, más íntima y recogida que la iglesia y, por tanto, más adecuada para devociones y prácticas piadosas. A tal efecto, preside el altar un retablito dorado con la imagen barroca de la Inmaculada Concepción; su cabeza y manos son de una delicadeza italianizante. Sin duda, de lo más interesante dentro del modesto pero ecléctico patrimonio artístico de la parroquia. Don Avelino nos cuenta que, en su día, trató de conseguir la imagen de María ante la que el hermano Rafael acostumbraba a rezar y que actualmente se encuentra retirada del culto, muy deteriorada, en algún almacén arzobispal; sin embargo, no le fue concedida.

Junto a la puerta de entrada de la capilla, unas escaleras descienden a los amplios sótanos parroquiales. «No se debía construir ni un solo centímetro que no fuera útil», remarca don Avelino mientras nos guía por el subsuelo. «En el piso alto están la iglesia, la capilla, los despachos y las viviendas de los sacerdotes. Debajo, hay un total de catorce salas, un salón de actos, una sala de usos múltiples…». Una de las salas, de considerable amplitud, está llena de sillas dirigidas hacia un altar improvisado contra una pared. «La utilizamos para decir las misas ahora, durante el mes de mayo. Así dejamos la iglesia para las Primeras Comuniones», explica Avelino. Las salas, con aspecto de aulas antiguas, cumplen la fundamental labor de acoger la catequesis de niños y adolescentes: la atención espiritual al barrio de Vista Alegre para la que esta parroquia fue prevista.

Finalmente, salimos a la calle. Desde la puerta de la iglesia se puede contemplar todo el parque de la Luz. Sin embargo, a los pocos pasos, la silueta de una enorme cruz de 23 metros de altura emerge desde el patio que rodea la cabecera de la iglesia. Obra de Estructuras Marcos resultante de 32.000 kg. de acero y 400.000 kg. de hormigón en base, la cruz, en la proa de la iglesia, semeja el timón de una nave. «La cruz estuvo pensada desde el principio. No se entiende a Rafael sin la Cruz», recalca una vez más don Avelino. Sonreímos para nuestros adentros al escuchar de nuevo el leitmotiv del párroco. Y, suponemos, dentro de la iglesia, la media cara traviesa del santo sonriendo un poco más también.


Carmen Baragaño

Entrevista: Tiempo de ocio en la parroquia

Don Avelino Toledano Retuerto, párroco de la parroquia del Hermano San Rafael de Burgos, habla sobre las posibilidades que ofrece la parroquia tanto a jóvenes como a adultos para participar en actividades lúdicas y de otros tipos.
               
- ¿Qué formas tiene la parroquia de atraer a gente joven?
Tenemos varias actividades, como la catequesis, lo más sugestiva posible; el CTL (Centro de Tiempo Libre) la tarde de los domingos, donde se hacen actividades, juegos charlas… Después, hacemos convivencias periódicas con los chavales y actividades con audiovisuales, principalmente.

- ¿Cuántos años llevan realizándose este tipo de actividades?
No sé exactamente. Llevamos haciendo esto desde hace doce o catorce años, aproximadamente.

- ¿Ayudan las actividades de ocio a aumentar el número de personas que participan en años posteriores?
Sí, pero no tanto a nivel de niños como de monitores. Algunos niños cuando crecen y se hacen mayores se ‘enganchan’ para ser monitores. Es una forma de continuar en la parroquia.

- ¿Qué lugares de la parroquia se destinan para llevar a cabo estas actividades?
Todo el sótano. Todas las salas, el salón de actos, etc. Es un espacio bastante grande y nos permite hacer muchas actividades, así que con esa planta tenemos suficiente. También, en verano, hacemos juegos en la parte de fuera, en el parque, pero eso depende del tipo de actividad que estemos haciendo y del tiempo que haga en la calle.

- Las personas que organizan las actividades, ¿son catequistas o hay monitores?
Catequistas no. Son todos monitores. Los catequistas se encargan de otro tipo de actividades, no de las de entretenimiento.

- ¿Y cómo puede hacerse alguien monitor?
Por voluntariado. Pedimos que hayan hecho, a ser posible, el curso de CTL, pero sin hacerlo también puedes ser monitor. Tienes que ponerte en contacto con un sacerdote de la parroquia y hacer una inscripción. Es muy sencillo. Básicamente, lo que tienes que tener son ganas.

- ¿Los monitores tienen que tener un perfil determinado o se admiten a todos?
No. Se admiten a todos los que se quieren apuntar. El hecho de que alguien muestre interés por ser monitor ya dice bastante a su favor, así que estamos encantados y aceptamos a todas las personas que quieran venir. Siempre es mejor tener a más monitores por si surge algún imprevisto.

- ¿Se está pensando en ampliar el abanico de actividades de ocio?
Sí, claro. Estamos tratando de hacer campamentos, marchas…, en fin, estar abiertos a todo lo que haga falta. Entendemos que con estas actividades, además de pasárselo bien, los chavales aprenden cosas, así que cuanta más variedad haya, mejor.

- ¿Se va a hacer alguna ampliación en la parroquia con el fin de aumentar el espacio para realizar estas actividades?
De momento, no. Tenemos suficiente espacio en la planta baja de la parroquia para hacer juegos y todo lo que necesitemos. Además, las actividades del Centro de Tiempo  Libre se hacen en muchas ocasiones en el parque, porque hay días en los que hacemos gincanas con los chavales, o juegos muy dinámicos, y necesitan más espacio. Son actividades que se hacen mejor al aire libre.

- ¿Cuál es el número aproximado de niños que pueden participar en los juegos?
Ahora mismo estamos trabajando con grupos de unos cuarenta chavales, que suele dar buen resultado. Si tienes a más chicos en un grupo, haciendo todos el mismo juego, llega un momento en el que no da tiempo a que todos participen, y lo que pretendemos es que todos se diviertan y se lo pasen bien.

- ¿Entre qué edades tienen que estar estos niños?
Entre los seis y los catorce años. Son los chicos que están entre el primer curso de catequesis de Comunión y el año en el que se confirman. A partir de esa edad pueden seguir viniendo a las actividades de la parroquia si lo quieren, pero ya no como uno de los chavales, sino como monitor.

- ¿Cuáles son las actividades que más éxito tienen entre el público joven?
Depende. Es que hay muchas actividades. Unos días son de cine, otros días son de concursos, otras veces hay bingo, otros días son de disfraces… Hay muchas actividades y son muy diversas, muy variadas. También depende de lo que le guste a cada persona. Hay chavales que se lo pasan mejor cuando hay actividades con audiovisuales y otros disfrutan más con juegos de pintar, con juegos al aire libre, etc. Así que, como tenemos tanta variedad, cada día hay juegos que les gustan más a unos que a otros. No hay ninguna actividad que sobresalga por encima de las otras.

- ¿Los niños pueden proponer actividades o se realizan las que están pensadas por los monitores?
No. Se hacen las que preparan los monitores, que son los que están más al tanto y saben qué tipo de actividades son mejores y cómo organizarlas.

- ¿Cree usted que había menos niños cuando comenzaron a realizarse los juegos que actualmente?
Bueno, eso depende un poco de cada año, pero, en general, el número es parecido. Igual hay más chicos ahora que antes.

- Al igual que hay actividades para jóvenes, ¿hay actividades también para un público más adulto?
Sí. Hay excursiones, fiestas, charlas formativas… Tenemos una actividad de adoración nocturna en la que participa mucha gente. También hay grupos parroquiales, diecisiete, para atender a los ancianos, a los enfermos, el coro, las liturgias, la catequesis… tenemos muchos.

- ¿Y tienen tanto éxito como las actividades juveniles?
Sí, viene bastante gente. Lo que pasa es que en el caso de los adultos hay más incompatibilidades con los horarios. Los chicos jóvenes no están tan agobiados y tienen más tiempo disponible para venir a la parroquia.

- ¿Quién tomó la iniciativa para llevar a cabo estas actividades? ¿Por qué?
La parroquia. Los sacerdotes. También hemos estado abiertos a sugerencias que nos han hecho desde fuera. Lo que queríamos, y queremos, es cubrir las necesidades del momento. Si veíamos que había que atender a los ancianos, creamos el grupo de ancianos; si se veía que hacían falta más catequistas, pusimos más catequistas. Todo depende de las necesidades que vemos y de las posibilidades que tenemos para cubrirlas.

Carmen Baragaño


Artículo: Una parroquia con santo

Es curioso cómo cambian los tiempos. Años atrás, las iglesias eran uno de los lugares más respetados y concurridos de las ciudades. Ahora, sin embargo, cada vez es menor el número de personas que asisten a ellas, sobre todo, entre las generaciones más jóvenes. Pero esto no es un impedimento para aquellas personas que sienten una vocación especial y se ven atraídas por los lugares sagrados y el mensaje que en estos se transmite. Un ejemplo de ello es Rafael Arnaiz Barón, monje burgalés perteneciente a la Orden de la Trapa, cuyo nombre lleva con orgullo la parroquia del barrio de Vista Alegre (G3) de Burgos.

Rafael Arnaiz nació en el año 1911. Llevó una vida ejemplar tanto a nivel académico como espiritual. En 1934 decidió dedicarse por completo a su vocación ingresando en el Monasterio de San Isidoro de Dueñas, conocido también como La Trapa, lugar que tuvo que abandonar en contadas ocasiones por sus graves y frecuentes problemas de salud. Murió en este lugar en 1938, a la edad de 27 años, dejando tras él uno de los legados místicos más importantes y destacados del siglo XX.

Hermano San Rafael

Su modélica forma de vida y sus enseñanzas le hicieron merecedor de la beatificación en 1992, llevada a cabo por el papa Juan Pablo II. Trece años más tarde comenzó el proceso de su canonización, la cual celebró el papa Benedicto XVI en 2005 en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Esta ceremonia hizo que se trasladase a Roma una gran cantidad de personas. Además de personalidades civiles y religiosas, fueron a presenciar la ceremonia seguidores de Burgos, Palencia, Asturias y todos los lugares con los que mantuvo relación, y es que no todos los días se convierte en santo una persona de tu ciudad, alguien a quien admiras o, sobre todo, la persona de la que tu parroquia lleva el nombre.

Como se puede suponer, esta fue una magnífica ocasión para dar a conocer el nombre del Hermano Rafael, también fuera de España. Y es que hay más personas como él. Personas que sienten que tienen su lugar en un monasterio, una iglesia, un convento, pero que no se atreven a dar el paso final, ya sea por miedo, presión u otros motivos, ya que parece que en la sociedad actual los caminos religiosos cada vez están más cerrados. Aún así, siempre hay medios para conseguir lo que uno se propone, por muy difícil que parezca.

El ejemplo del Hermano Rafael demuestra que todavía no está todo perdido, que siempre hay un camino para la fe y gente dispuesta a luchar por él. Esto es lo que hace que te levantes cada mañana aunque veas el horizonte oscuro. Esto es lo que quiere transmitir la parroquia del Hermano San Rafael, que, a pesar de que la situación de la Iglesia en nuestros días no sea la más próspera, debe mantenerse ahí para cumplir con sus feligreses y con todas aquellas personas que, como Rafael, buscan algo mejor.

 Carmen Baragaño

Editorial: Una nueva Comunión

En los veinte años que lleva la parroquia del Hermano San Rafael en el corazón del barrio burgalés G3, han sido 1700 jóvenes los que se han preparado para hacer la Primera Comunión. Este año no es diferente.

Todo comienza tres años antes, cuando los padres de la criatura deciden apuntarla a la catequesis de Comunión. Este paso tiene dos posibles consecuencias: que la susodicha encuentre la enseñanza interesante o que la encuentre poco estimulante. Si se da la primera situación, no hay de qué preocuparse. Irá a las clases, prestará atención e, incluso, aprenderá algo. Por el contrario, en el caso de que considere que las clases son de las cosas más aburridas que ha tenido que soportar hasta la fecha, puede que asista o puede que no. En cualquier caso, si opta por la primera opción el resultado será idéntico al de la segunda. Entrará en el aula con una completa desidia, se colocará en el lugar más alejado del catequista para evitar las posibles preguntas y se quedará sentada en su sitio pensando en lo que va a hacer más tarde, dibujando en la libreta, jugando con el móvil o cualquier otra cosa que a una mente aburrida se le pueda ocurrir.

Pasará el tiempo, y el individuo les podrá proponer a sus padres abandonar la catequesis; algo a lo que estos responderán que, ya que solamente queda un curso para terminar, aguante un poco. Es en este momento cuando a la criatura se la va el último rayo de esperanza que le quedaba para huir de la catequesis. Entonces comienza a ver las clases como una obligación, una imposición de sus padres para poder verla hacer la Primera Comunión vestida como un pastel de nata o como un marinero, dependiendo del caso.

Y entonces llega el gran día. Ese día en el que se supone que los niños están eufóricos porque va a recibir el cuerpo de Cristo por primera vez, pero en realidad están pensando en el gran banquete que van a celebrar y en la aún mayor cantidad de regalos que van a encontrarse en cuanto salgan de la misa. A esa euforia infantil hay que añadir la histeria adulta, las horas de peluquería y vestuario y la pasarela de modelos en la que se convierte la entrada de la parroquia en estos momentos, llena de niños vestidos de marineros y niñas que parecen novias siendo fotografiados por sus familiares como si fuesen estrellas de Hollywood. A la salida se repite el proceso, pero esta vez, añadiendo el momento de los regalos, que será el único recuerdo que les quede a estos niños del día de su Primera Comunión.

A partir de este día los niños ya se sienten liberados, los padres ya tienen el álbum de fotografías y la Primera Comunión ya está hecha, para no tener problemas si algún día deciden casarse por la Iglesia. Y es aquí cuando surge la pregunta “¿Para qué voy a seguir yendo a misa?”. La respuesta a esta pregunta, en un alto porcentaje de casos, es “Para nada”. Y es por eso por lo que, una vez celebrada la ceremonia, muchas caras que estuvieron allí cada domingo durante tres años dejarán de aparecer por la parroquia.

Es triste, pero es así.